Este año, El Salvador cumplió dos décadas con su economía dolarizada, un hecho que todavía divide a los expertos. La medida fue entonces muy sorpresiva porque la economía salvadoreña no estaba en crisis, como sí sucedió con Ecuador y con Argentina en la década del '90. Más bien respondió a un asunto de intereses económicos, puesto que era una condición imprescindible para aprobar el Tratado de Libre Comercio con EE.UU. Los más optimistas dicen que la dolarización de El Salvador trajo certidumbre, tasas de interés bajas y un sistema financiero más estable. Mientras que los detractores fijan que no cambió demasiado al país, sobre todo en lo que respecta a crecimiento y ventajas sobre otros vecinos.
Si bien no son asuntos centrales para la economía del continente, dos medidas están causando revuelo y debates en la región. Honduras creó las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (o ZEDES). Es el nombre de un proyecto para impulsar divisiones administrativas casi independientes en algunas áreas, mínimamente sujeta al gobierno nacional pero provistas de autonomía y con un sistema político propio, tanto a nivel judicial, económico y administrativo, basado en el capitalismo de libre mercado. El plan, por ahora muy cuestionado por la sociedad, es la multiplicación de varias de estas ciudades con la intención de atraer inversiones y generar empleo en zonas deshabitadas del país. El gobierno de derecha ofrece autonomía a cambio de potenciales inversiones, algo que la mayoría de los hondureños rechaza.
La otra medida similar fue en El Salvador, que acaba de adoptar el Bitcoin como moneda de curso legal. Rápidamente comenzó a verse su uso social para abonar taxis, cervezas, comida callejera y todo tipo de bienes y servicios. El tema instaló el debate sobre los peligros y las ventajas del uso de las criptomonedas, ya que la república centroamericana fue la primera en establecerlas como medio de pago de curso legal.
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