El cambio climático hace que las olas de calor sean más largas, más extremas y más frecuentes. Para que este fenómeno se considere como tal, tiene que haber al menos 3 días consecutivos en los que las temperaturas máximas y mínimas igualen o superen los umbrales históricos de cada región.
De acuerdo con la intensidad del calor, rigen 3 tipos de alerta:
- Amarilla: cuando el efecto en la salud es de leve a moderado y afecta en particular a los grupos de riesgo.
- Naranja: cuando el efecto va de moderado a alto.
- Roja: cuando ataca a todas las personas, incluso a las más saludables.
En el video, un informe especial de Victoria Vanella.
Una de las peores olas de calor en Argentina fue en 2013
En 2013 se registró la ola de calor más prolongada en Argentina desde 1906 y afectó al menos a 52 ciudades en todo el país. Por primera vez desde la creación del sistema de alarma por calor, rigió una alerta en nivel rojo por varios días consecutivos tanto para la ciudad de Buenos Aires como en la ciudad santafesina de Rosario. Estas son las que reciben un seguimiento por parte del Servicio Meteorológico Nacional de olas de calor.
Cómo impactan las olas de calor extremo a nuestro cuerpo
Nuestros cuerpos se esfuerzan por mantener una temperatura interna de aproximadamente 37,5 °C, ya sea que estemos en medio de una tormenta de nieve o en una ola de calor.
A medida que el cuerpo se calienta, los vasos sanguíneos se dilatan, se abren. Esto hace que tengamos una tensión arterial más baja y que el corazón trabaje más para empujar la sangre por todo el cuerpo.
Esto puede causar síntomas leves, como sarpullido con picazón o pies hinchados. A la vez, el cuerpo comienza a sudar, y esto lleva a la pérdida de líquidos y sal y, de manera crucial, cambia el equilibrio entre ellos en el cuerpo.
Esto, combinado con la presión arterial baja, puede hacer que nos dé un golpe de calor o insolación. Los síntomas incluyen: mareos, náuseas, desmayo, confusión mental, calambres musculares, dolor de cabeza, sudoración intensa, cansancio.
