Daniel Veronese y la idea de "Open House" como una transmutación de los finales
Daniel Veronese es un director y dramaturgo que se propuso la idea de construir una obra que se coma a sí misma: Open House. El esquema que parece predecir su propio cierre se mantuvo durante 20 años y vuelve al teatro con el fin de reinventarse y pensar en qué significa una nueva manera de ver el final. "Lo que me gusta de este texto es que tiene mucha potencia, la obra sigue, aunque se vayan los actores, que se baje...no es el típico argumento-desarrollo-climax, tiene algo más de improvisar", contó el director.
La propuesta es una historia infinita de un paisaje que va a transcurrir no importa si hay un público que la mire, un poco imitando a la vida misma. Los actores, los objetos, el escenario: todo lo que arma Open House muta en el momento en que se retira y se transforma en un nuevo capítulo de su historia. Como describe Veronese, las "pérdidas" se resignifican: "es como la muerte, parte del proyecto de cualquier cosa. Uno no está acostumbrado a ella, se la deja afuera ¿no? Y esto es una obra que habla y orgánicamente lo produce", describe.
"En el arte dramático, y en el arte en general hay muchas pautas. Yo creo que detrás de esas pautas, detrás de las escolásticas, hay un mundo a descubrir y que te hacen tener un pensamiento distinto. Los artistas que a mí más me conmovieron la vida en todas las ramas hicieron cosas que en realidad salieron del pentagrama de lo que de lo que es arte y está bien, se hace. La gente consume. Pero hay otro mundo detrás de esto", medita el dramaturgo Veronese.
Open House comenzó con diez actores principiantes y el playback de una banda sonora que hacía acopio de la artificialidad de su impronta. Este territorio de lo nuevo logró que los integrantes de la obra mediten en que todo lo dicho es fugaz y etéreo y busca la visceralidad que tiene que ver con la soledad y el abandono.
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