Día de la Memoria: la historia de la mujer que vio a una encapuchada en la ESMA

Andrea Krichmar tenía 11 años cuando conoció el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio sin saberlo. Entre 1976 y 1979, el director de la ESMA, Rubén Jacinto Chamorro, vivió allí y era visitado por su hija Berenice, amiga de Andrea. Su testimonio es el único relato conocido, no contado por víctimas o victimarios. Ella declaró en 1985 durante el Juicio a las Juntas.

“Yo estaba ahí y desde una ventana la vi”, detalla Andrea, sin saber ni acordarse con exactitud qué día de todos los que tuvo la primavera de 1976 estuvo frente al ventanal de la casa del almirante donde vio a dos militares armados bajar de un auto armados y sacar a una mujer por la fuerza. “Eso fue algo… una imagen fotográfica que quedó ahí por años hasta que algún día, armando el rompecabezas, entendí qué era lo que significaba", dice.

La visita de Andrea a casa de Berenice

"Yo iba a una escuela municipal de Caballito donde tenía varias amigas. Entre ellas estaba Berenice, que era con la que más confianza tenía", cuenta Krichmar. Chamorro, que se había mudado a la ESMA hacía poco por "cuestiones laborales", invitó a su hija a pasar el día con él y Berenice llevó a Andrea. "La única manera que ella tenía de ver a su padre era yendo ahí, y me invitó para no aburrirse", cuenta Krichmar. 

Si bien explica que su familia no conocía a Rubén Chamorro, también asegura que sabían qué era militar. "Berenice hizo primero, segundo y tercer grado conmigo, y en cuarto y quinto se fueron a Newport para que él recibiera la instrucción de lo que después sería el Plan Cóndor. Era para que él pudiera capacitarse para después hacer lo que vino a hacer", continúa.

Lo único que le exigió su madre ese día fue que llevara un saquito, y ante su negativa por no llevarlo le ofreció una de sus carteras para guardarlo. "Apenas llegué, Chamorro me preguntó: “¿Qué tenés ahí?”. Le dije que un saquito, y me acuerdo de su insistencia para que, finalmente, abriera la cartera para que él viera que había un saquito y nada más".

Una vez en el hogar de su amiga, Andrea recuerda que todo le parecía majestuoso: los mozos usaban guantes blancos y servían "la botellita chiquita de vidrio de Coca Cola que te la destapaban ellos mismos". Allí, en una pared del ex Casino de Oficiales, las niñas vieron la película Drácula en Súper 8. 

La habitación de Chamorro hoy es una pieza del museo de la EX ESMA, y una prueba judicial clave. Ahí es donde rememora que, finalizada la película, Berenice la invitó a pasar. Su amiga le mostró el placard donde su papá tenía armas largas, una pistola sobre una cómoda, y una granada debajo de la almohada.

“Hoy no puedo evitar una interpretación de que a lo mejor todo eso para ella era tan fuerte que tenía que dejarlo drenar por algún lado y compartirlo. Pero para mí era más fuerte registrar lo que me pasaba a mí que registrarla a ella. Era la primera vez que alguien me mostraba un arma", contó.

La mujer de la ventana

Andrea Krichmar describe ese momento como el de mayor impacto en su vida. A sus 20 años, en 1985, declaró en el Juicio a las Juntas lo que sucedió esa tarde donde, desde una de las salas del edificio, vio por la ventana “cómo descendían a una mujer, encapuchada y encadenada de manos y piernas, de un Ford Falcon mientras dos hombres la apuntaban”.

"La tenía a Berenice al lado, y le pregunté: “¿Qué pasa?”. Su amiga, fanática de la serie S.W.A.T., le dijo: “¿Viste como hacen en S.W.A.T., que persiguen a la gente en patrullas? Bueno, algo parecido”. La respuesta de lo que vio fue descripto por su amiga como un hecho de la realidad, sin ponerle una connotación personal.

“Durante años tuve esa imagen presente hasta que un día le pude poner un título: esto fue un secuestro”, sostiene Krichmar. “Entendí que esa mujer estaba desaparecida, que esto había sido un centro clandestino de detención. Durante muchos años iba a las marchas a pararme delante de las fotos llorando por ella y por todos. Se me hacía muy difícil saber que nunca iba a saber quién era, si vive o está muerta".

El testimonio en Nunca Más

Cuando Andrea se puso de novia a los 15 años con Alejandro, padre de sus hijos, fue la primera vez que contó lo que vio. "Fue una imagen tan fotográfica la que guardé que recién dos años después pude contar lo que vi". A esto, su pareja la apoyó para que cuente lo que pudo visualizar y así fue que se acercaron juntos a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP). "No me quedó otra que hacer lo que correspondía y cuando citaban a quienes habían visto algo me parecía indispensable lo mío. Pero un día pasamos frente al Teatro San Martín y le dije al papá de mis hijos: ‘Ya estamos acá, entro y pregunto si esto sirve'".

Mientras esperaba ser atendida para contar su relato, explica que comenzó a sentirse mal y se acercó a comentarle a una chica que ella vio "algo", que si servía su testimonio se quedaba. "A los tres minutos volvió con tres personas. ‘Nosotros somos del grupo de abogados que trabajó para demostrar que aquí funcionaba un centro clandestino de tortura, me dicen, con tu declaración se confirma’. Me abrazaban y besaban. Yo dije, genial, sirvió y con esto termino. Pero no, muchos años después alguien me dijo que esto no termina nunca”.

El testimonio de Andrea Krichmar es el legajo 5.012 del informe que elaboró la CONADEP a pedido del entonces Presidente Raúl Alfonsín. Ese informe se editó en el libro Nunca más, que lleva vendidos más de 400.000 ejemplares desde 1984.

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