María Esther Traverso no tenía en sus planes transformar el lenguaje ríoplatense. Su código también transformó su nombre, convirtiéndola en Niní Marshall, la mujer que se animaba al humor -eso que era tan masculino- detrás de la radio o la pantalla de televisión. Los guiones que ella escribía mezclaba el lunfardo con "la buena lengua materna" y se apoyó en los manerismos del español hablado por españoles e italianos.
Pero esto fue lo que la llevó a ser censurada; ella, a quien llamaban la Chaplín con pollera, deformaba el lenguaje de "las personas bien". Y así, en 1943, Niní se nos fue durante un tiempo a México.
En el libro "Niní Marshall, artesana de la risa", María Elena Walsh la recordó como: "así como en las posadas del Siglo de Oro los rústicos esperaban el arribo del licenciado o la dama que les leyera las peripecias de los mil personajes del Quijote, así nosotros nos congregamos hace medio siglo en torno de la radio para escuchar a una mujer que nos caricaturizaba en ámbitos tan desangelados como los páramos de Castilla" .
En 1988 volvió al teatro de la mano de Antonio Gasalla. Su rol le hizo ganar el reconocimiento de Ciudadano Ilustre en 1989, entregado por el entonces presidente Carlos Menem quien se disculpó por la persecusión y censura que la humorista había sufrido 40 años antes.
Gracias a un dialecto, un chiste y algún dicho; Niní Marshall, esa mujer que se animó al realismo humorístico de la caricaturización, cambió nuestra cultura nacional para siempre.