Para muchos, fue a través de la pantalla de Magic Kids -uno de los monolitos culturales pre-2000- donde conocieron al singular grupo de heroínas provenientes de Japón. El popular canal no logró sobrevivir a la crisis del 2001, pero sus años en el aire lograron brindar a varias generaciones de rasgos identitarios entre los que podríamos colocar a la pasión por el animé como uno de ellos. Sailor Moon fue uno de los que más rápido prendió entre los y las espectadores y, si bien en aquel entonces los efectos de la globalización cultural no eran tan perceptibles, el fenómeno estaba lejos de ser meramente local.
Los orígenes del hito
Sailor Moon nació como un manga en el año 1991 con su adaptación anime del rigor en 1992 en Japón, cuyo recorrido en ambos frentes se extendió hasta 1997. Es reconocida como el motor principal del género “shojo magical girl”, donde posteriormente llegarían exponentes como Sakura Card Captor.
Tras romper esquemas en Japón, fue cruzando fronteras mediante adaptaciones en todo el mundo, no sin sembrar controversias en el camino. Esto fue así porque entre la enorme cantidad de temáticas que maneja Sailor Moon hay pasajes que hablan sobre relaciones homosexuales, lesbianismo, el trasvestismo y la transexualidad, por poner algunos ejemplos. Esto derivó en recortes en el material original en países como Italia.
Sailor Moon y la llegada de Internet
Con el furor de la red de redes, Sailor Moon se convirtió en una suerte de lenguaje universal y rápidamente se transformó en más que un hito de culto, sino que en una auténtica comunidad global.
En occidente, se vincula a la serie con movimientos feministas, el “girl power”, con un discurso positivo cimentado en la fé y confianza en sí mismo. El relanzamiento internacional que tuvo recientemente no hizo más que consolidar su estatus de hito cultural y transgeneracional, siendo que Sailor Moon es considerada en la misma altura que fenómenos como Barbie, Buffy la Cazavampiros y Sabrina, entre otros.