Inés Efron comenzó sus clases de teatro a los 14 años, como una excusa para hacer amigos. Pero su carrera despegó sin previo aviso, y al poco tiempo estaba protagonizando “XXY”, con Ricardo Darín y Martín Piroyansky. Actualmente, divide su tiempo entre el cine, el teatro y la docencia. “La tele no me convoca y debe ser mi poco deseo de estar ahí”, señala.
Se define como una “eterna joven y anciana”. Dice: “Tengo canas, pero puedo interpretar a una niña de seis años. Creo que la infancia es tan intensa que uno puede volver todo el tiempo a esa emocionalidad”.
Durante la docencia, en una comunidad terapéutica desde hace tres años, aprendió sobre flexibilidad y sus permisos con la exigencia. “Son clases para gente que vive ahí, que es distinto al deseo de alguien que se acerca a un taller. Así que voy cambiando la dinámica. Me cuestioné qué es una clase de actuación, hay mucha movilidad”.
A lo largo de la entrevista, su discurso es atravesado por varias aristas filosóficas. Con astucia, desliza: “Ojalá algún día todo me deje de dar miedo y me ría de esto. Me da miedo la pertenencia mamífera, me gustaría que todos seamos más sueltos”. También afirma: “No existe la soledad. Creer que estoy sola es creer que todos son desconocidos”.
Rememora su infancia en el por entonces México DF: “Mis papás se tuvieron que ir, fue un exilio político, y volvieron con la democracia argentina. Pero es un tema que me cuesta mucho escuchar, me olvido, es muy movilizante”.
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