Juan Forn nació el 5 de noviembre de 1959 en Buenos Aires y desde muy pequeño se acercó a la literatura. Las historietas que leía todo el día eran su refugio del mundo porque, según recordó alguna vez, era retraído. Fue esa práctica la que forjó su carácter y lo definió para el resto de sus días, que repartió entre la escritura, la edición y el periodismo.
Su educación la recibió en el colegio Cardenal Newman de San Isidro, pero según contó en una entrevista, entendió que “no era de ahí”. En vez del rugby, prefería el fútbol, en lugar de Punta del Este, elegía vacacionar en las sierras de Córdoba. “En el Newman era todo muy blandito. No había espacio para ser otra cosa que un empresario exitoso. Yo veía el mundo diferente, no quería eso para mí. Me quería alejar, y terminé alejándome”, afirmó el autor de “María Domecq”.
A los 20 años, junto a un amigo emprendieron un viaje por Europa como mochileros. Con el tiempo Forn volvió y fue entonces que recibió una de las noticias más terribles. “Tenía una relación muy intensa con mi abuelo, y cuando yo estaba en Europa vinieron mis viejos, con un pasaje de vuelta y con la noticia de que había muerto”, contó. “Volví y empecé a escribir la novela de mi abuelo. Al año se murió mi viejo y entonces la novela se recargó de sentido”, señaló en relación a “Corazones cautivos más arriba”, su primera obra publicada en 1987.
Por esos años, trabajaba para Emecé, donde pasó de cadete a editor e hizo campaña para que se publicaran más libros nacionales. Él, mientras tanto, continuaba con su propia obra, que en 1991 lo puso en el centro de la escena de la mano de su cuento “Nadar de noche”. Le llegó la chance en Página/12, donde de a poco se hizo lugar, hasta que un día le pidieron que escribiera una nota de opinión por los indultos de Carlos Menem a los militares. “El diario me tomó más en serio de lo que me tomaba yo a mí mismo hasta entonces”, contó en una entrevista.
En 1996 creó el suplemento cultural RADAR de Página/12, que dirigió hasta 2002, cuando casi perdió la vida a raíz de un coma pancreático. Se mudó a Villa Gesell con su mujer e hija y uno de sus primeros actos fue donar cerca de dos mil libros de su colección a la Biblioteca Popular de la ciudad, para solo quedarse con los de sus autores más queridos o los que consideraba que podía volver a leer. “Hay veces que pienso que me vine acá sólo para leer. Ya ni música escucho”, llegó a afirmar.
Seis años después del hecho que casi le cuesta la vida, retomó sus trabajos en el diario, con una columna semanal que salía cada viernes. Fueron las contratapas de cada viernes, que se convirtieron en ese refugio similar al que alguna vez encontró en las historietas. “En las Contratapas aspiro a llegar a cierta musicalidad, pero eso es todo lo que me puedo arrimar a hacer poesía”, decía.
Este 20 de junio, en una fecha tan especial para las y los argentinos, Juan Forn falleció a raíz de un infarto en Mar de las Pampas. Su legado quedará por siempre en la memoria de los amantes de la literatura a la que contribuyó tanto con su propia pluma como con la de los narradores que descubrió, como Rodrigo Fresán, Mariana Enríquez o Camila Sosa Villada. Cuatro novelas y una gran cantidad de publicaciones, como los cuatro tomos que recopilaron sus contratapas, servirán para recordarlo.