“La noche de los bastones largos” fue uno de los episodios más oscuros de la historia argentina. El 29 de julio de 1966, hace 56 años, fuerzas de seguridad ocuparon las facultades de Ciencias Exactas, Filosofía y Letras, Medicina, Arquitectura e Ingeniería de la UBA.
Golpearon y detuvieron a autoridades, docentes y estudiantes para hacer cumplir, por la fuerza, un decreto de la dictadura militar del general Onganía que suprimió la autonomía de las universidades nacionales y las intervino. Fue un ataque directo a la educación pública: más de un millar de docentes renunciaron a sus cargos y se perdió una generación brillante de científicos e investigadores formados en una “década de oro” de la universidad argentina.
Durante los meses siguientes al ataque, aproximadamente 1500 de los mejores docentes e investigadores fueron despedidos o renunciaron a sus cátedras. Una importante cantidad de ellos se exiliaron y fueron contratados por universidades latinoamericanas, de Estados Unidos, Canadá y Europa. Así, la universidad pública argentina fue vaciada de sus mejores exponentes y contenidos.
Quiénes fueron las principales víctimas de “La noche de los bastones largos”
El daño a la educación, la ciencia y la cultura quedó marcado por la partida al exilio académico de notables educadores e intelectuales. Entre ellos: Manuel Sadosky, quién instaló en la UBA la primera computadora que conoció el país; el epistemólogo, físico y meteorólogo Rolando García, que en el exilio desarrolló junto a Jean Piaget la epistemología genética; el historiador y sociólogo Sergio Bagú, pionero de la teoría de la dependencia; la astrónoma Catherine Gattegno; el historiador Tulio Halperín Donghi; el epistemólogo Gregorio Klimosvsky; el geólogo Amílcar Herrera; y la física atómica Mariana Weissmann.