Brasil: se intensifica el clima de violencia ante un posible triunfo de Lula

La elección presidencial de Brasil se tiñe de violencia y polarización social. En ese contexto, el fantasma del asalto al capitolio recorre las calles de Río de Janeiro y se teme un rechazo social y político por parte de los bolsonaristas del resultado electoral en el caso de que Lula Da Silva gane la elección.

Brasil elige a su próximo presidente en un clima de tensión por el crecimiento de la violencia política en los últimos meses. El presidente y candidato Jair Bolsonaro cuestionó varias veces la competencia del Tribunal Superior Electoral (TSE) y puso en duda la transparencia del sistema de voto electrónico.

Lula Da Silva obtuvo una victoria más ajustada de lo esperado ante Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil. El exmandatario y líder del Partido de los Trabajadores (PT) obtuvo el 48,35% de los votos, mientras que el presidente actual y candidato del Partido Republicano acumuló el 43,26%.

El líder de ultraderecha sembró dudas sobre su voluntad de reconocer una eventual victoria de Luiz Inázio Lula Da Silva, su principal rival y ganador en primera vuelta, y volvió a pedir un control particular de las Fuerzas Armadas en el búnker de conteo de votos electrónicos.

En ese marco, Bolsonaro acusa a la justicia electoral brasileña de tener favoritismo por la candidatura del PT. En base a esa idea, planteó una posible intervención de las fuerzas militares en los comicios. 

Los números de la violencia política en Brasil

La recta final hacia los comicios expone el punto máximo de tensión en un escenario político y social condicionado por la violencia desde 2019. 

Según datos del Observatorio de Violencia Política y Electoral de la Universidad Federal de Río de Janeiro, en el segundo semestre de 2022 se produjeron 101 ataques con origen en diferencias partidarias. La cifra representa un 10,6% menor respecto a los 113 hechos registrados en el primer semestre, sumando un total de 214 en el año.

Sin embargo, el grado de las agresiones se intensificó en los meses previos a la elección. El relevamiento clasifica los ataques en amenazas, agresiones, homicidios, atentados, y secuestros. La perspectiva general del informe data desde la asunción de Bolsonaro en enero de 2019: a partir de entonces, los casos de violencia política se incrementaron 335% en el país; con un total de 1.209.

Durante los últimos dos meses se conocieron casos de asesinatos con vinculaciones directas al odio contra dirigentes del PT y, en algunos casos, apoyo explícito al presidente actual.

Víctimas del odio

El sábado 24 de septiembre, a ocho días de las elecciones, un simpatizante de Lula identificado como Antonio Lima fue asesinado a puñaladas en un bar de Cascavel, en el estado brasileño de Paraná.

La prensa brasileña confirmó que el móvil del ataque fue una discusión política: el asesino, de 59 años, habría entrado al grito de "¿Quién es votante de Lula aquí?", a lo que la víctima respondió "yo". El hombre falleció a causa de las heridas y pese a haber recibido atención médica.

El crimen se suma a otros dos asesinatos contra partidarios de la vuelta de Lula a la Presidencia. El 9 de septiembre, Benedito Cardoso fue atacado a hachazos luego de una "discusión por motivos políticos", según testigos del caso, en una fábrica de Confresa, en Mato Grosso.

La víctima de 42 años "estaba defendiendo a Lula", mientras que el autor "dijo que estaba defendiendo a Bolsonaro", añadieron.

A fines de julio, el dirigente del PT Marcelo Arruda fue asesinado a tiros en su fiesta de cumpleaños por un agente penitenciario federal.

El asesino irrumpió en el evento con su arma al grito de "Acá manda Bolsonaro" y disparó contra el militante, quien llevaba una remera con la cara de Lula y había decorado el lugar con fotos del expresidente.

A mediados de septiembre, un productor rural de Río Grande do Sul murió luego de colisionar la camioneta en la que escapaba de la Policía. El hombre era perseguido tras haber chocado intencionalmente un auto con adhesivos de Lula que manejaba Cleres Relevante, concejala del PT.

El antecedente del Capitolio de Washington, EE.UU

La postura discursiva de Bolsonaro de cara a las elecciones se asemeja a la que el expresidente estadounidense Donald Trump asumió al competir contra Joe Biden en los comicios de 2020.

La escalada de tensión en torno al cuestionamiento del resultado electoral desembocó en el asalto al Capitolio de Washington en enero de 2021. Los hechos dieron lugar a una investigación contra el líder republicano, acusado de incitar a los manifestantes que irrumpieron en la sede legislativa en medio del escrutinio.

Bolsonaro, de afinidad ideológica y política expresa con Trump, ha basado su campaña en cuestionar la legitimidad de las elecciones. Sus últimas apariciones públicas apuntaron a crear un clima de incertidumbre, en el que una intervención del resultado por fuera de las reglas democráticas aparecería como justificada.

Más allá de esa coincidencia respecto al suceso estadounidense, y a diferencia de Trump, el presidente brasileño actúa de forma preocupante respecto al rol militar en el control del voto. No sólo relativizó la competencia del Tribunal Superior Electoral (TSE), sino que aseguró que sólo las Fuerzas Armadas pueden garantizar la transparencia.

La predilección por la fuerza estatal militar, de la que formó parte entre 1970 y 1989, también se manifestó durante sus cuatro años de presidencia.

Un estudio elaborado por el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) de Brasil indica que la presencia de miembros de las FFAA en cargos de gobierno aumentó un 193% durante el mandato; es decir, se multiplicó por tres.

Por otra parte, Bolsonaro fomentó activamente el armamento de la población civil. Pero además, definió a sus votantes como integrantes de "un ejército": "Estoy seguro de la victoria porque tengo un ejército a mi lado, y este ejército está formado por cada uno de vosotros" dijo en un acto de campaña. 

Según datos del Gerenciamiento Militar de Armas del Ejército, la cantidad de civiles con autorización para poseer armamento aumentó 1.067 %, en comparación con 2018. Antes de la asunción de Bolsonaro había 63.137 personas registradas entre tiradores deportivos y quienes adquieren el arma legalmente para usarla en defensa en su casa. Actualmente hay 673.818.