A 27 años del motín de Sierra Chica: hacinamiento, violencia y empanadas de carne humana

El 30 de marzo de 1996, una revuelta de 1.500 presos tomó la cárcel de Sierra Chica luego de reclamos por mejores condiciones. Los enfrentamientos, la jueza rehén y los asesinatos en ocho días de violencia.

El 30 de marzo de 1996, el penal de Sierra Chica albergó el primero de ocho días que pasarían a la historia como uno de los episodios más violentos conocidos en las cárceles argentinas.

Esa unidad penitenciaria de la provincia de Buenos Aires era una de las tantas en las que los presos reclamaban por mejores condiciones. Las denuncias habían crecido por meses, siendo la superpoblación, la crueldad del personal y las restricciones en el sistema de visitas los principales reclamos.

En ese marco, el grupo de reclusos conocido como "Los Apóstoles" organizó una revuelta que tenía la fuga como objetivo final. Los líderes, Marcelo Brandán Juárez y Jorge Pedraza, movilizaron cerca de 1.500 presos.

Con la toma de control del penal, esa facción se enfrentaría a la liderada por Agapito "Gapo" Lencinas, quien había sido trasladado a Sierra Chica con la mala reputación atribuida a su buena relación con los carcelarios.

El motín

Pasadas las 14:30 de ese 30 de marzo, los doce comandados por Brandán Juárez y Pedraza tomaron la sala de control y a siete personas de rehenes. Desde entonces intentaron darse a la fuga, pero los guardias lo impidieron. A eso le siguieron los enfrentamientos con los allegados a Lencinas.

Cuando cerca de las 22:00 la jueza de Azul, María de las Mercedes Malere, ingresó a negociar con los líderes del motín, Lencinas y sus seis ya estaban muertos. La magistrada fue tomada de rehén y separada de los demás, en un cuarto con baño en el sector de Sanidad.

Malere era conocida entre los presos por ser una de las pocas que respondía a los pedidos de audiencia a tiempo. En enero, había clausurado el pabellón de aislamiento por lo que entendía como "las condiciones infrahumanas" a las que se sometía a los presos.

Al declarar en el juicio oral, afirmaría que había ingresado engañada por personal del Servicio Penitenciario Bonaerense que no le advirtió sobre la gravedad de la situación; también que la actitud de los presos hacia ella fue "respetuosa dentro del conjunto de la situación de violencia psíquica propia de los motines". 

El final

Los días siguientes, la prensa, las fuerzas de seguridad y las familias de los presos rodearon la cárcel de Sierra Chica. No hubo mayores novedades hasta el 5 de abril, cuando los líderes del motín subieron al techo del pabellón 11 y presentaron sus términos:

"Si la policía intenta entrar, la primera que muere es la jueza. Queremos que aprueben el petitorio y atiendan a los heridos de bala que tenemos. No hay muertos".

El entonces gobernador bonaerense, Eduardo Duhalde, dio la orden de reprimir solo ante un intento de fuga o para defender a los rehenes. "Para solucionar esto tenemos que esperar a que se desgasten los presos", advirtió.

El 7 de abril finalizó el motín. Para entonces, los reclusos habían limitado sus exigencias a ser trasladados a la cárcel de Caseros, lo cual les sería concedido.

En los peritajes del interior del penal se confirmó que siete presos habían sido asesinados, y que había restos de sus cuerpos en el horno de la panadería. Durante el juicio, familiares de los líderes del motín y policías confirmaron que habían sido trozados y cocinados en empanadas.