Día Nacional de la Cerveza, la bebida que conquistó al país en el siglo XIX
En Argentina no está muy claro por qué se celebra el Día Nacional de la Cerveza el 31 de mayo. Pero lo que sí se sabe es que una vez que los argentinos probaron esta bebida, el fanatismo creció de forma exponencial hasta hoy.
Hacia fines del siglo XIX, la cerveza era considerada un lujo extremo en un país de tradición vinícola. El comienzo de las olas migratorias creó una demanda desmedida de esta bebida y muy pronto varios empresarios extranjeros lo notaron. Según el sitio Cerveza Argentina, la primera fábrica nacional se creó en 1738, cuando el inglés Thomas Stuart edificó en lo que hoy es el barrio porteño de Retiro, la fábrica "Zerveza" que también vendía insumos de producción.
Por su parte, el alemán Emil Bieckert construyó la cervecería más antigua en funcionamiento e impuso la producción de manera masiva. En 1888, Otto Bemberg fundó la histórica Quilmes, lugar clave para la fabricación de cerveza por la supuesta calidad del agua y la cercanía con las estaciones de trenes. La empresa, que se expandió de manera colosal gracias al rápido acceso a la materia prima nacional, pronto se posicionó como marca estandarte del país. Gracias a esto, el mercado logró satisfacer la increíble demanda, que había aumentado su consumo más de ocho veces en poco tiempo: la población que consumía 13 millones de litros por año, pasó a un promedio de 109 millones de litros anuales.
Las brujas, esas mujeres que fabricaban cerveza
La industria de la cerveza, como tantos otros, es un espacio históricamente masculinizado. Por eso, organizaciones como Birreras Argentinas trabajan de manera colectiva para visibilizar la participación de las mujeres en este rubro que data desde tiempos antiguos.
La fermentación de la cebada creció de la mano de las primeras maestras cerveceras en la época medieval. Estas mujeres transportaban sus productos en calderones y usaban sombreros puntiagudos en el mercado para distinguirse de los demás vendedores. También era muy común la presencia de gatos en sus espacios de trabajo, que funcionaban como guardianes de los granos de cebada.
Aun así, estas mujeres fueron posteriormente perseguidas por la Inquisición, lo que volcó la industria cervecera al servicio de los monasterios medievales, y ya en el siglo XVI esta bebida se convirtió en oficio de los hombres de religión.