Cuando nació la Duquesa Elizabeth Alexandra Mary Windsor el 21 de abril de 1926, nadie pensó que podría llegar a convertirse en una de las Reinas británicas más longevas de la historia. Su padre, el segundo hijo del Rey George V, tampoco estaba preparado para llevar adelante una vida pública. Pero fue la decisión de abdicar de su hermano (para casarse con una mujer que el protocolo no le permitiría de otro modo) lo que cambió sus vidas para siempre.
La historia de George V y su dificultad para dirigirse al pueblo inglés está retratado de modo perfecto en la película "El discurso del Rey". Tartamudo, inseguro y poco preparado para la vida pública, muy pronto comenzó a entrenar a Elizabeth para la vida en la primera línea de la monarquía. En 1943, la joven princesa hizo su primera aparición en solitario en una visita a una de los más importantes regimientos británicos y, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, el parlamento cambió las leyes para que ella como mujer pueda convertirse en un Consejera del Estado.
Su padre falleció en 1951 mientras la princesa estaba haciendo el típico tour alrededor del Commonwealth, las colonias dependientes del Reino Unido. Rápidamente, la institución de la monárquica la coronó y ella tomó su nombre Real: Elizabeth II.
El Reinado de Elizabeth II estaría marcado por un cambio de paradigma constante: cambios dentro de la diplomacia monárquica, la disolución del Commonwealth, la locura del pop británico, el fallecimiento de Lady Di y una perspectiva que dejaba atrás el mundo para el cual había sido entrenada. Sin embargo, la Reina sostuvo la imagen que por tanto tiempo se preocupó por construir: estable, desapasionada y, por sobre todo, una pieza clave de la monarquía como institución que se niega a ser olvidada.